Estoy como suspendido en el aire. Estoy y no estoy, pero estoy más levitando que de pié. No sé.
Me dejo llevar por las emociones que cruzan el umbral de mi vida y en cada minuto algo ocurre y quedo aquí, igual. Sentado en la misma silla. Escribo eso sí. Pienso, siento, o siento y pienso, pero escribo lo que sale cuando algo es digno de decir, como esta ensalada de pensamientos o sentimientos, quien sabe, que vienes desde adentro y se convierten en impulsos eléctricos que mueven mis dedos que ya se saben la posición de los cuadraditos del teclado, que incluyen letras, que convierto en palabras que me engañan, y digo que es así porque me hacen pensar y sentir que he escrito algo cuando en verdad simplemente he pactado un código comunicacional con el ordenador que tengo enfrente, el que extrañamente guarda gran parte de mi vida reducida a un nosé que existe o no pero convierte mi realidad a algo etéreo.

No sé