Me haces bien.
La luz de la estufa reflejaba su vida en el cielo del caserón. La noche se desarmaba afuera, caían los ángeles y volvían a subir, las hojas bailaban con el viento, de manera inevitable. Desperté con una tormenta exquisita y un abrazo que me cobijaba. Era de madrugada y estaba contigo.
Antes de llegar nos abrazamos y salieron de mi boca palabras inevitables como el danzar de las hojas:
¿Sabes qué pienso?
-qué.
Creo que así es como se siente el amor.
-Que así sea entonces.
Gracias por tan exquisito recibimiento.
D.
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