y de pronto una canción,
simple, desesperada,
inesperada,
dulce y compañera.
Sin pensar, ni saber que
entraría a mi puerta,
tomaría una guitarra y
entonaría aquellas palabras
que eran ciertas,
tan ciertas
y mis manos
acariciando una guitarra
negra.
Daniel.
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