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El aroma ineludible de un café me recuerdan necesariamente la voz de Manuel y la espuma en que quedaron las palabras que no alcanzó a decirle a quien le escribía una carta.
Junto con eso se adueña por completo de mí, de mis memorias y la nostalgia que conllevan. Y estoy entonces como metido en una nube, suspendido en el tiempo y la circunstacia, absolutamente fuera de contexto, entregado a este cuaderno y su lápiz, que junto con mi alma, hacen de ellos mismos la verdadera tríada, la única que conozco, la mezcla perfecta. A pesar de todo, no puedo dejar de saber que he de volver a aquél lugar, enfrente de donde me encuentro ahora y he vuelto entonces a la realidad tangible, esa que exige los pies plantados al suelo.
Mas yo me quedaría volando, divagando entre sueños y memorias, entre palabras que acarician sentimientos desvalidos que quedaban dentro mío. No sé. Nunca sé.
Daniel.
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