Estábamos en el auto.
Yo te decía que me sentía extraño,
desconocido; que algo dentro mío no andaba bien.
De pronto un mar de lagrimas atacó a mis ojos que no supieron evitar el diluvio.
Fue así como empecé a escarbar dentro, muy adentro.
Casualmente eras tú quien iba sentada en el asiento del copiloto,
el mejor de los tacos fue el clima perfecto para mi llanto.
Unos días después insistimos en asistir a una tocata
que realmente no tenía ni principio ni fin,
pero teníamos que estar juntos esa noche.
Algo extraño salió de mí. Me desconocí denuevo.
Me sentí hasta otra persona, otro yo, porque lamentablemente
no podía pensar que no era yo el que gritó desesperado aquella sentencia desubicada que no tuvo lugar.
Fue así como seguí escarbando dentro, más adentro.
Casualmente eras tú quien estaba conmigo esa noche sin sentido, ahora con mucho sentido.
En vaivenes tormentosos descubro mis traumas de la infancia. Jamás antes los supe ver y ahora que los veo, aprendo a sanar y vuelvo a nacer.
Me reconoces.
Me reconozco.
Nos re conocemos.